Los viejos como yo recordarán que hubo una época en que los colectivos de línea, tanto las concesiones nacionales como las provinciales e incluso las municipales, llevaban libreas coloridas, y muchos lucían interesantes fileteados, realizados por las manos expertas de artistas especializados.
Poco a poco, a fines de los años 90, los colores fueron desapareciendo a medida que crecía la concentración de empresas. Luego de la debacle neoliberal de diciembre de 2001 empezamos a contar cada vez menos colores, hasta llegar a la situación actual en la que nuestros queridos colectivos perdieron toda su identidad y ya no se distinguen de los pasteurizados y aburridos pares yanquis.
Más allá de la nostalgia, las libreas coloridas cumplían una función social importante: ayudar a personas analfabetas y con visión reducida a identificar fácil y rápidamente qué colectivo debían tomar. Bastaba con echar un vistazo a los colores para saber si era un 42, un 63 o un 152.
Por supuesto que algunas pocas concesiones llevaban colores similares, como en el caso de la 63 y la 113 (idénticos), la 63 y la 41 (parecidos), y la 38 con la 60, entre otros; eran la excepción a la regla, y contadísimos los casos en los que las libreas mellizas compartían recorrido.
Cuando se termine la nueva década infame y llegue la hora de la reconstrucción nacional, por favor, tengamos en cuenta la diversidad olvidada.
Foto: Aníbal Trasmonte.