Me quedo con esto
Por eso, la corrupción no se combate con proclamas morales, sino con instituciones sólidas, que fiscalicen el uso de las platas, y con acciones decididas cuando se descubre a los pillos de turno, que pueden ser jóvenes o viejos, de izquierda o de derecha.
Al final, no se trata de hacer lo moralmente correcto o no, sino que el estado tiene el deber de tener las reglas definidas y la manera de fiscalizar suficiente para que estas cosas no puedan ocurrir.